
Te has ido de mí. Por fin.
Eras como ese virus que reincide
en un organismo débil,
parasitando fuerzas,
vampirizando ganas.
Te has ido de mí.
Y es ahora cuando recobro la cordura.
De nuevo paladeo lo dulce
de mi propia existencia.
Resulta que el sabor agrio
procedía de tí,
y que todo el dolor
que me inmovilizaba
no era más que un molesto amor
que me venía pequeño
y me asfixiaba la voz y la cintura...
Y es que una prenda, si no sirve
hay que dejarla para otros
para caminar desnuda, completamente
descalza en cuerpo y alma.
Sólo hay que soltar amarras
y desabotonar la angustia...
para que se vaya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario