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10 de febrero de 2009

Vampiros


Al final he claudicado de nuevo al influjo hipnótico de las historias de vampiros, y me he dejado seducir por la Meyer. Sí, y miento si digo que no sentía curiosidad, y ganas, de leer aquello que fascina a mis alumnos y alumnas. Quizás efecto del márketing, o quizás de la buena racha que viven las historias de seres inmortales guapos hasta el dolor (olvidándonos, claro está, que estos seres son no muertos, que se alimentan de una forma poco higiénica, aunque sensual, eso sí, porque eso de que te muerdan en el cuellito...).
Ávida de sangre y tinta me lancé de cabeza a las páginas de una saga crepuscular, y tras permanecer toda una luna nueva, a oscuras, llegué a tientas, y no sé muy bien cómo a dejarme eclipsar hasta el amanecer, ebria del efluvio inmortal de un apuesto vampiro de eternos diecisiete años.
Y aquí que me veo, devuelta a la vida (y a otras lecturas) recientemente, con un regusto extraño, el de sentir que quizá no os descubra nada nuevo si comento que prefiero a Bram Stocker, o a la fabulosa Anne Rice, por supuesto, sacrílego el que me lleve la contraria, cuando se trata de literatura de vampiros. Faltaría más.
Pero no voy a demonizar el best seller del año, la voluminosa saga acerca de la vida (o no vida) de los bellísimos Cullen y la mortal, pero intrigante adolescente Bella Swan, porque ya lo hacen muchos. Añadiré que cabría realizar todo un estudio sociológico del motivo por el que las niñas se identifican con este personaje que roza en ocasiones la introversión y la apatía, así como la exclusión social voluntaria, y el sometimiento hacia el "centro de su existencia" el bello Edward, siendo fuente de un amplio abanico de complejos y desórdenes psiquiátricos de lo más interesante...
Pero no me adentraré en estos berenjenales, de momento.
Trato siempre de defender la lectura, por encima de todo, y lo que he comprobado últimamente es que muchos lectores de Crepúsculo, se lanzan luego a la búsqueda de LITERATURA, esta vez con mayúsculas.
Y si fenómenos como Harry Potter o la saga vampírica de moda, sirven de puente entre lo que son lecturas paraliterarias (curioso calificativo) o marginales y lecturas de calidad, bienvenidos sean estos fenómenos si abren las puertas de la lectura a la gente más joven, un sector conflictivo, si hablamos de adolescentes, donde las hormonas le ganan la batalla a las neuronas las más de las veces.
Así que le reconozco el mérito a la Meyer, aunque se esté forrando la muy bellaca, con sus historias contadas de forma simplona, pero que consiguen enganchar a los jóvenes (y no tan jóvenes). Y no entraré a hablar de la película...
Lo maravilloso es que, si hago referencia a mi propia experiencia personal, hay alumnos que se me acercan, después de haber leído los best sellers de moda, leyendo otras obras, otros autores, acercándose a los clásicos, comenzando a educarse en la lectura y en la literatura, aprendiendo a discernir lo que eleva el espíritu de aquello que te hace perder tu tiempo libre (aunque si es leyendo yo soy de las que opina que nunca es perdido ese tiempo), y me dicen: profesora, he leído
Lestat el Vampiro, o Entrevista con el Vampiro, y ¡eso sí que es literatura de vampiros!.
Me encantan cuando aprenden a comparar, y se sienten orgullosos de ello...
Incluso cuando logran encontrar el placer (a veces esquivo) leyendo a Bram Stocker, y degustando su maravillosa forma de describir un mundo propio que te atrapa, rodeándote de una atmósfera siniestra, en la que si levantas un momento la vista de las páginas de Drácula, las sombras te envuelven, y la sensación de desasosiego es física...
Justo eso he echado de menos en la historia de Bella y Edward, donde si pretendes volar, no consigues levantarte ni un palmo del suelo...
Pero bueno, a disfrutar, aunque el lenguaje de la Meyer a veces sea repetitivo, redundante y bastante por debajo de lo que cabría esperar en la construcción de un argumento que no por trillado, tiene que ser menos original... depende de cómo se exponga.
Quizás esos huecos, lagunas, océanos diría yo, que deja Stephenie Meyer en su narración, sean completados, hasta que rebosen, por nuevas obras de nuevos escritores que una vez fueron adolescentes, leyeron, compararon, y encontraron algo mejor que crear y regalar al mundo.



7 comentarios:

Anónimo dijo...

Evfidentemente, hay que respetar e incluso ensalzar a estos libros que enganchan a los adolescentes y los convierten en lectores. Algunos lo serán para toda la vida, y eso no puede provocar en nosotros otra cosa que no sea agradecimiento. Ya tendrán tiempo para refinar sus gustos (o njo, que tampoco todos lo harán, y no pasará nada). Para empezar, lo importante es leer, leer, leer. Comparto tu reflexión. Un abrazo.

María dijo...

Todas las personas, o casi todas, que generalizar está muy feo, tenemos un pasado oscuro lector y curiosas historias de libros en la adolescencia. He de confesar, que con 12 años traficaba con la colección de las gemelas de Sweet Valley, que antes que serie, fue colección de libros. Ahora me da risa, pero en aquel momento, sólo teníamos una colección y a medida que terminábamos la íbamos pasando y metiéndole prisa a la anterior "venga termina el cuatro, que ya me he leido el tres". También recuerdo con cariño, como me leí a escondidas "Las edades de Lulú", sin saber quien era Almudena Grandes y creyendo que estaba haciendo algo malo malísimo, jajajaja...
Que lean y se habituen...ya sabrán hacer la criba en el futuro.
Un beso.

trovador errante dijo...

Charo, que buena profe tienen esos churumbeles.

Es difícil no estar de acuerdo. La mayor lectora de palacio, mi madre, dice que no se arrepiente en absoluto de haber leído "de todo", era una ratilla de biblioteca, introvertida al máximo y con sus dos largas trenzas y sus gafillas de intelectual y de "niña rara". Y también se junto con un apuesto vampiro con fama (bastante infundada) de mujeriego.

Esa es buena parte de mi herencia.

A mi me pasa como al loco de Nietszche, leí poco, aprendí muy libre y poco contaminado para crear mis propias teorías e historias de vida.

La prosa me cuesta si no me engancha. La poesía todo lo contrario. Parece hecha a medida.

Un beso profesora

Unknown dijo...

Bueno, comentario de un adolescente.
Empecé a leer enserio con Harry Potter y desde entonces he cogido libros de Anne Rice, de Zafón y como no Bram Stocker. Sinceramente prefiero los últimos, pero también me gustan los primeros.Es verdad que se aprende a diferenciar la calidad de unos y otros.

Rosario Troncoso dijo...

Octavio: muchas gracias por estar ahí, y compartir conmigo este rinconcito gatuno. Y sí, leer es siempre algo positivo, si se logra al menos restarle tiempo a los malos hábitos y sumarle enriquecimiento a los momentos que se viven en la compañía de un libro. Un abrazo compañero.
María: ¡¡¡algo parecido me pasó también con "Las Edades de Lulú"!!!! Que arte, que coincidencia.¡¡¡¡ Si es que tenemos un gusto magnífico amiga!!!!
Sigue escribiendo así de bien, que también te sigo, aunque a veces no tenga tiempo de comentarte también, pero estoy en deuda contigo sin duda.Un besote!!
Trovador Errante: gracias por tus palabras que me llenan de ilusión y aliento.Y eso de que leíste poco... ya será menos (o más). No pierdas tu libertad y tu frescura en lo que emprendas. Se nota cuando alguien es único. Un besazo muy grande, y me alegro muchísimo de q tu errática andadura te haya traído hasta este ático mío, y de todos. Salud!!!
Fran: mi niño, eres un crack, y tanto tú como Adri llegaréis lejos. Sois increíbles y me siento orgullosísima de vosotros.
Me llenáis de más juventud los días, y me hacéis sentir ilusión por mi trabajo, porque merece la pena encontrar en el camino personas como vosotros. Lo bonito es que la amistad no entiende de programaciones didácticas, edades ni aulas asfixiantes, ¿a que no? Muchos besitos y a seguir leyendo (y escribiendo).

Carmen dijo...

Si no fueran complementarios y tuviera que decidir, me pregunto qué prima en la lectura de un libro, que te entretenga o que te enseñe. He leído bazofias entretenidísimas, y grandes obras de la literatura que me han aburrido una cosa mala. ¿Por qué nos deberíamos decantarnos?

Anónimo dijo...

Pues si, últimamente hasta los sesudos intelectualoides esalzan a Corín Tellado por haber atrapado en los trasmallos de las letras a miles de lectores/¿as?. Eso si, para saborear el Jabugo no siempre es necesario haber probado antes la mortadela con aceitunas. Digo yo..., no sé...
Felices carnavales paisana