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3 de febrero de 2010

Categorías de poesía, y poetas de primera, segunda y tercera fila

Ayer tuve una conversación con una buena amiga poeta que me ha provocado esta entrada al blog.
Pretendo huir de que este rincón sea el vertedero de mis desahogos y mis excentricidades, por ello, antes de seguir, me disculpo ante todos ustedes, pero hay veces en que me es imposible resistirme a la tentación de seguir enfadándome un poco con el mundo, como lo expresaba hablando de mis exabruptos cibernéticos, otro buen amigo poeta.
Resulta que hay categorías de poesía y poetas, literatura que lo es, y literatura que no lo es. Y yo no había caído, tonta de mi, en verlo así al menos.
Resulta que hay una primera fila, una segunda y una tercera fila. Yo soy más bien de El Último de la Fila, que gran grupo.
Y ya de la cuarta fila, ni hablemos. Esos, ESOS no merecen ni mencionarse, míseros y mediocres aspirantes a las mieles de la lírica, sólo reservada a los elegidos por la pluma mágica...
Todo esto, en opinión de una compañera de profesión, claro, y que se llama a sí misma poeta de primera. Y no digo que no lo sea. La muchacha se defiende, y lo que he leído de ella es bueno. Aunque por mi condición humana, me es sumamente complicado aplicar la objetividad a sus líneas y versos, y ya le veo cara de ogro feo. Lo siento.
Esta compañera de profesión, profesionalísima ella, se encarga de hablarles a sus alumnos y alumnas de cuales han de ser sus lecturas y sus influencias en la vida.
En su buen hacer, les aconseja acerca de que deben ser selectivos, y no leer, por ejemplo, bazofias como Crepúsculo y toda su saga, Harry Potter y sus aventuras o cualquier cosa parida (o mal parida, según ella) por Ruiz Zafón. ¡¡ESO NO ES LITERATURA!!
Estoy de acuerdo con ella, como profesora de Lengua Castellana y Literatura que ya soy desde que la Junta ha tenido a bien "regalarme" el título de funcionaria de carrera (sepan ustedes que ahora lo están regalando por la compra de dos botellas de leche...), en que hemos de orientar, guiar, aconsejar, a los chicos y chicas en sus lecturas, para que su formación sea adecuada.
Pero me consta que muchos adolescentes (y adultescentes también) no pueden con Baroja, o con Unamuno, o con Tiempo de Silencio, o con El Buscón... al menos así, de sopetón y sin anestesia, sin un hábito lector previo. Se trata de leer, y de formarse como personas, para que llegado el momento tengan la suficiente capacidad y el criterio para saber qué es para ellos literatura, o qué es lo que les gusta o no, y con qué tipo de lecturas disfrutan, aprenden y son felices. No se le puede dar caviar a un bebé.
También depende de cómo se enfoque, de cómo se aborden ciertas obras en clase. Y aquí he de añadir que hay algunos profesionales de la docencia que no saben conectar con las inquietudes de su auditorio, ni se preocupan por buscar ingenios para empatizar con los que están ahí, cada día, perdidos en una selva de pupitres hostiles.
Afortunadamente sigue habiendo más docentes que sí son capaces de llegar, pero la vocación es la vocación y a veces se diluye con otro tipo de preocupaciones más terrenales.
Así que, en mi opinión personalísima, y quizás equivocadísima también, no lo sé, si la Meyer o la J.K. Rowling, o La Sombra del Viento crean en los alumnos la necesidad de leer, y dedicarle algo de su tiempo y su explosión de hormonas a abrir un libro y emocionarse, simplemente, bienvenido sean estos "no-escritores de primera".
Sólo hay que construir luego, sólidos puentes hacia los clásicos, y abrir puertas al universo literario para que los chicos y chicas entren, vean, toquen, sientan, comparen y se lleven para casa ese libro "prohibido" para ellos, por lo difícil, por lo denso, por lo increiblemente bueno, quizás.
Recuerden aquel pasaje y aquella escena del libro y la película, respectivamente, La Historia Interminable: el señor Koreander provoca en el joven Bastian la necesidad imperiosa de leer justo el libro necesario y recomedado para él por el hábil librero, cuando éste le impone la prohibición de acercarse siquiera a sus páginas.
Así que me dirijo a ti, compañera, con todo el respeto, con toda la educación, y con todo lo admirable que podrías llegar a ser y te digo que yo no lo veo así.
Tu opinión es respetable también, ya que el libro de los gustos es infinitamente flexible, impermeable y lavable, menos mal...
Compañera, sé que nos encontraremos en más de un sarao literario, por eso tampoco voy a declararte una guerra abierta y absurda. Se ha de discernir entre lo estrictamente personal y lo profesional y "poético" en nuestro caso.
Y bueno, tu actitud hacia incluso lo que yo escribo, lo que yo hago, y mi forma de llegar a mis alumnos y alumnas me deja claro que no te agradan mis métodos.
Sólo te pido elegancia, y no siembres en aquellos chicos y chicas a los que di clase una vez prejuicios u opiniones que deberían surgirles de forma espontánea con la propia experiencia.
No demos un paso atrás. Que sean personas autónomas.
Y si vienen a mis recitales, leen mis poemas y se ilusionan con la posibilidad de escribir, déjalos volar, compañera, déjalos volar. No somos nadie para arrancarles las alas de cuajo.
Llegado a este punto, ya no me importa que pienses que soy de cuarta fila, o de fila inexistente, y que con gente que empieza, o que tiene ilusión, o que no tiene tropecientos premios (¿como tú?) no merece la pena codearse.
Hay que ser selectivos, claro que sí. Eso me lo estás enseñando tú. Y una servidora lo ha entendido a su manera, y claro que selecciono, y mucho, aquellos que sí merecen mi amistad y mi fe, sólo buenas personas que me ofrecen su humanidad y su buen criterio, aunque no publiquen en grandes editoriales, o aunque sí publiquen en la estratosfera y ostenten galardones universales, eso da igual. La vida me ha demostrado que muchas veces las personas más admirables y las de más poder son las que son también poderosamente inteligentes para cambiar el registro, y nadar suavemente entre los niveles, sin sufrir ni hacer sufrir.
Lo que cuenta es la calidad con la que se vive, se escriba bien o no, o a tu gusto o no.
Y yo, por ahora, cuento entre mis amigos con la crème de la crème. Millonaria en gente querida.
Salud.

6 comentarios:

Verónica Butler dijo...

Qué verdad más grande has dicho hija mia !!!
Me siento afortunada de encontrarte entre mis amigos.

un beso.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Los que tenemos ahora más de 40 comenzamos a leer con los tebeos y los clásicos juveniles de Bruguera. Nadie -que yo sepa- se inicia en la lectura con Joyce. Saludos.

ralero dijo...

Sí, lo que importa, sobre todo, es nuestra calidad como seres humanos, lo cual no quiere decir que yo piense que Cela, un auténtico bárbaro en el trato, no sea un grandísimo escritor. Pero, al margen de lo anterior, ya lo decía mi padre -y es algo que vale más, si cabe, en esto de las divisiones del fútbol poético, tan amañaditas ellas-, no son todos los que están ni están todos los que son. Pero, bueno, yo no entro en esas competiciones del basural parnasiano.

Eso sí, si tuviese -y pudiese- elegir profesor de literatura para mis hijos, tú, por esta entreda, serías de liga de campeones. Tu amiga, no sé, pero debería demostrarlo en la competición del día a día.

Y sí, José Miguel, tiene razón; el Capitán Trueno y Mortadelo y Filemón han hecho más lectores y por la lectura en este país que cualquier gran escritor, que cualquier institución dedicada a la cultura -tan poco culturales y tan politizadas muchas de ellas-.

Por cierto, odio el fútbol.

Un abrazo.

Juan Antonio dijo...

Ya más claro no se puede decir.

Yo también leí a Rowling y mucha literatura (que no me escuche tu compañera) del estilo. Lo considero un paso más, otra etapa, ni mejor ni peor, de las que he vivido y me quedan por vivir en este mundo tan increíble como es el de las letras.

Me quedo contigo. De hecho, en este aspecto me recuerdas muchísimo a la profesora de literatura con la que disfruté tantísimo a los 15.

Un saludo,
Juan Antonio.

don fernando dijo...

Leer por el simple placer de hacerlo ayuda a crarse un mundo interno propio. Leer es ser actor de uno mismo. Comparto tu experta opinión y creo que lo@s chic@s en las aulas deben ser motivados para aprender, trabajar y saber y no masacrados con opiniones fuera de lugar, fuera de su contexto. No importa lo que se escriba o lea, no importa la categoría, importa el respeto a los demás y en especial a l@s alumn@s como razón de existir de los docentes.
Me ha encantado tu escrito, te admiro y felicito.
Un abrazo.

Raquel dijo...

Recomiendo ver la película "Precious"... Está todo dicho