De vuelta a casa,
ebrios de ilusión y ganas,
entrelazamos los proyectos y las manos.
Esa noche las esquinas
aguantaron despiertas
por vernos pasar.
Madrid nos envolvió
de madrugada
regalándonos silencios oportunos,
entre el tráfico y la gente.
Caminamos.
Descalzaste mis pies,
al revés que en los cuentos.
Deshiciste el miedo.
De pronto me elevó del suelo
un amor gitantesco: habitaba en tus ojos.
Y cambiamos todos los inviernos tristes
y los veranos fríos,
por otoños de besos definitivos,
y noches sin zapatos.
2 comentarios:
Hermoso, muy hermoso Charo. Muchos besos.
Estos poemas no tienen precio!!!
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