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23 de abril de 2014

Intemperie

A mis treinta y cinco años, yo, como todos, he pasado por muchos procesos de selección. Todos son duros.
Sentir que no te eligen para un trabajo, que no te escogen para enamorarse, que no te selecciona la vida para tener suerte (mala o buena).
Pero lo más difícil es cuando alguien, a quien realmente admiras, a quien creías que jugaba en tu equipo, persona honesta (presumiblemente), que manifiesta públicamente que sus criterios de selección son muy personales y no se deja influir, vira peligrosamente al "bando" contrario. Y ya lo has perdido.
Perrerías de la condición humana.
Me cuesta mucho acostumbrarme.

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Bastian, un niño pequeño, tenía las claves, el poder, para luchar contra la Nada.
Quiero ser una niña. No me reconozco en el espejo. 
Y entre arruga y arruga, tristeza y tristeza, se me diluyen los gestos, los rasgos, desaparezco.
Diluirse todo en nada. 
Nada, nada, nada...

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Agotamiento. Desaparición. Transformación.

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En sueños me vi las manos llenas. De agua, de tierra, de aire...
Reía y cantaba como nunca.
No hería, como ahora, la intemperie.

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Palpé mi costado izquierdo. 
Y sentí la sangre lenta, yéndose, vaciándome la vida, poco a poco.
Dejé de oírte. Aún podía leer en tus labios la misma letanía: virtud, amor, amistad, bondad, belleza,..
Son los peores los cuchillos invisibles.
Tú llevabas uno escondido en la sonrisa. 


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