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9 de noviembre de 2007

Palomitas por el suelo, el cine vacío

No sé el rumbo que toman mis decisiones cada día que abro los ojos, y veo el nuevo día.
Me dispongo a vivir, ya que es mi obligación.
Y me visto, cuidadosamente, con el disfraz que me ayuda a dar la imagen de lo que se espera de mí, y calzo mis pies con zapatos cómplices de mis pasos, y salgo, una vez más, a la calle, donde el aire me recuerda que sí, que estoy viva, y que tengo cosas pendientes que hacer, importantísimas, ¿vitales?, no lo sé, pero me arrastran a una rutina absurda que me ciega los sentidos...
Y me cruzo con gente por la calle, gente que no he visto nunca, y gente que veo cada día, y que sigue siendo anónima, como figurantes de mi propia película, y que quizás aparezcan en los créditos finales, pero nunca reparé en ellos...
Y es que me pierdo tantas cosas, por no tener tiempo para prestarles atención...
A veces siento que tampoco presto atención a mi propia existencia, y que también apareceré en los títulos de crédito, al final de la película, cuando ya han encendido las luces, y nadie se fija en la pantalla, y el cine se va quedando solo...
En esos pensamientos me voy sumiendo, mientras invento sonrisas que regalarle a alguien. Me toman por loca. Que poco acostumbrados estamos a que nos sonrían por la calle... que de prejuicios nos tragamos al día. Pero bueno, quiero desatascarme por un día de ideas nocivas, y sentirme diferente, como el resto de la gente que despierta y observa que su disfraz de lunes está sin planchar, y notan que la encrucijada les llama a la reflexión, por un segundo al menos.
Sé que soy una célula más de un organismo ciego, que pugna por sobrevivir, y no tengo más que rendirme a fluir en el pulso de sus venas, sí...
Me niego a convertirme en un cine vacío. Lo quiero a rebosar, oliendo a palomitas.

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