Vistas de página en total

12 de enero de 2010

Los juguetes llegaron a La Carbonería

Francisco Lira presentando los Juguetes de Dios.


Los "Juguetes de Dios" llegaron un 22 de diciembre a La Carbonería.

El tiempo no podía ser más desapacible, y nada nos hacía sospechar, entre verdaderas tempestades, que vinieron aguándonos la tarde y el viaje de Cádiz a Sevilla, que sería el preludio de una cálida noche en la que, lejos de llegar la calma, nos abordó un huracán en toda regla, una vorágine de emociones encontradas, y nos arrastró consigo.
La poesía era la excusa, la presentación del libro más allá de Cádiz, era el motivo, y la amistad era la razón que se imponía. El reencuentro, con Alejandro Luque e Irene Nárdiz, después de muchos años de admiración e inquietudes compartidas. La fascinación, por la nueva amistad que me brinda (y es mutua) Francisco Lira, gran persona, a todos los niveles, y maestro de ceremonias de un lugar tan emblemático, y más allá del tópico con que siempre se le califica: sitio mágico entre todos los sitios.



Pero es palpable, y muy real, la magia allí. Desde mis años de estudiante y aprendiz de periodista, en que los jueves eran la meta y el punto de partida, allí mismo, hasta esta etapa nueva, superados los miedos, y encontrándome con otros miedos nuevos, como el de no saber si presentar allí mi poemario, humilde y poquita cosa, me venía demasiado grande.



Estuvimos, estuve, allí en La Carbonería. En toda la magnitud del concepto que eso supone. Ser yo la protagonista de mi propia historia, fundiéndome un poco, en la historia de este lugar en la calle Levíes.

Y para anegarme aún más los poros de maravillosas sensaciones, las palabras acertadas de Francisco, la melodía de un piano acompañándome, magnífico presente, el buen hacer de Juan Carlos Durán...

Y para colmo de bienes, la voz de Verónica Díaz, para arropar mis letras, con su música bordada en el tiempo, ese mismo que se detiene, si se la escucha con el alma abierta.

No podía pedir más para terminar el año.

Un sueño más, cumplido, y yo, poeta afortunada e ingrata a veces, me pierdo si trato de buscar palabras para agradecer tanto cariño y tanta confianza en lo que hago.

Y que dure, siempre, para poder corresponder con mi vida.
¡Gracias, siempre!
Salud







3 comentarios:

don fernando dijo...

Es una suerte ser poeta, ser sensible, ser querid@. Supongo que estarías en el cielo, en otra dimensión. Y todo... gracias a tu valía, valentía y empeño. Un abrazo.

veronica pedemonte dijo...

Como te sigo, y estás entre la gente que aprecio, mi felicitación es inexcusable.
Enhorabuena, Rosario.

Un abrazo

Anónimo dijo...

To be a adroit human being is to from a make of openness to the world, an skill to guardianship aleatory things beyond your own restrain, that can lead you to be shattered in hugely extreme circumstances for which you were not to blame. That says something exceedingly impressive relating to the prerequisite of the principled compulsion: that it is based on a trustworthiness in the uncertain and on a willingness to be exposed; it's based on being more like a spy than like a sparkler, something somewhat feeble, but whose very particular handsomeness is inseparable from that fragility.