Pero dormida no soy capaz de esperar, y me gusta esta sensación de echarle de menos.
Es tocar el abismo, un segundo, sólo un segundo, para creer que las puntas de los dedos se diluyen en el vacío, y en la oscuridad previsible, fácilmente solucionable, con sólo darle al interruptor.
Aunque a veces, la oscuridad juega a rebelarse contra mi, y urde planes ofensivos para vencerme.
Porque lo sabe.
Sabe que la soledad se nutre de mi sangre y de mis miedos.
Sabe que soy incapaz de mirar bajo mi cama, temiéndole a los monstruos...
Esos monstruos que huelen a mi, que llevan mi rastro y hablan con mi voz.
Monstruos fríos, con piel de espejo y ojos de mirada intermitente...como los números digitales de mi despertador, cuando la corriente eléctrica cesa, y deja de fluir el aire en los pulmones del mundo, mi mundo,... y la noción del tiempo se deshace, y la alarma no me avisa de que he de ir a desayunar rutina, y a chutarme la dosis de realidad "que me conviene".
Sabe que la soledad se nutre de mi sangre y de mis miedos.
Sabe que soy incapaz de mirar bajo mi cama, temiéndole a los monstruos...
Esos monstruos que huelen a mi, que llevan mi rastro y hablan con mi voz.
Monstruos fríos, con piel de espejo y ojos de mirada intermitente...como los números digitales de mi despertador, cuando la corriente eléctrica cesa, y deja de fluir el aire en los pulmones del mundo, mi mundo,... y la noción del tiempo se deshace, y la alarma no me avisa de que he de ir a desayunar rutina, y a chutarme la dosis de realidad "que me conviene".
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