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24 de agosto de 2010

Hambre elegante

Dicen que de vez en cuando también es sano dedicar un rato a conocer la cara más frívola del mundo, y sucumbir al embrujo de "la caja tonta".
Y así me ví: sentada ante el televisor, al mediodía, en un estado casi catatónico después de haber hecho algunas tareas domésticas (las salvajes las suelo dejar para horas menos calurosas) abrasándome, a más de treinta y seis grados de asesino levante en calma (el resto de las amas de casa del mundo, que no tengan aire acondicionado, me entenderán).
Me planté el ventilador en la cara, y me dejé llevar. Y volé. En un momento estaba en Ibiza, por ejemplo, a bordo de un lujoso yate, arropada por música chill out y con un mojito en la mano...
¡Oh, qué placer!
Soñé pasear y posar vestida de Doce & Gabbana o Cavalli... a lo fashion victim, y saludar desde las alturas, metiendo mis pinreles en unos Manolo Blahnik... o lo que es mejor: calzar unos zapatos que lleven mi nombre (los rosario´s) como los letizios que usa nuestra princesita.
Deseé estar invitada a todas las fiestas y saraos, probar el más cool de los cáterings, y ser muy chic bañándome en la piscina de borde falso (esas que funden visualmente su agua azul con el agua azul del mar) del magnífico jardín zen, cuyas camas balinesas invitan al descanso más glamouroso...
Los sueños, sueños son, y están en la televisión (será por eso que me gusta tan poco).
En mi sopor, algo que comentó la presentadora, me hizo reaccionar, de pronto, igual que cuando a Indiana Jones, en El Busca del Templo Maldito, consiguen recuperarle del hechizo quemándolo con una antorcha.
Así me sentí, justo cuando llegó el absurdo ránking de las mujeres (y los hombres) más elegantes del panorama "social" (¿?).
Resulta que lo elegante es mostrar las clavículas a punto de saltar, escaparse y darte en un ojo. El súmum de la finura son los tobillos a punto de quebrarse por no tener fuerza suficiente para aguantar el peso del cuerpo. Lo más de lo más en la elegancia es lucir un espantoso "palabra de honor" con todos los huesos de la espalda al descubierto,...
Estos estúpidos baremos, como comentaba más arriba, no son sólo aplicables a las mujeres. Un gordito ya no puede ser elegante. Un hombre elegante ha de ser alto, delgado (y fibroso) y si es con nariz aguileña, mejor, para así acercarse un poco más al look de los hijos de esa señora, sí, Nati Abascal, que tanto bien ha hecho por la cultura en este país...
Qué quieren ustedes que les diga. No estoy para nada de acuerdo con el hambre voluntaria, lo siento. Oigan, pero si se nace con una constitución delgada, pues qué le vamos a hacer.
De hecho yo tengo una prima delgadísima, que desde pequeña ha sido así, y siempre la envidiaré cuando merendábamos y ella devoraba un paquete entero de magdalenas, y a mí, sólo me dejaban comer dos,...
Y es que no me creo que todas y todos los que ocupan ese ránking de lo raquítico sean elegantes porque sí, porque la madre naturaleza les concedió ese don, un partidazo (ya sea principesco o de alcurnia de índole diversa) y una visa oro con la que pagar a los mejores diseñadores y entrenadores personales.
Y no me creo tampoco que la moda de la delgadez extrema haya pasado, sino que sigue ahí, veladamente, en la sombra, acechando en cualquier esquina de fotocol para resurgir, en cualquier ránking de cualquier programa de periodismo del malo.
No piensen los que me leen que esto es una pataleta infantil y rabiosa, y que a lo mejor, como yo tengo "ltodos os huesecitos cubiertos", como diría mi abuela, siento envidia de las que van las primeras de la lista demostrando su elegancia...
Lo reconozco, a veces sí. Pero... ¿ir a la mejor de las fiestas con los mejores chef para no probar bocado? No gracias.
Y quizás yo no ocupe un sitio en la jet set, ni tenga una piscina olímpica en el jardín, ni siete mayordomos a mi servicio (tampoco los querría), y cueste trabajo encontrarme las costillas después de haberme zampado un buen guiso regado con un mejor vinito.
Así que por esta vez, dejaré que se desinfle el sueño rosa de altos vuelos.
Mejor los pies al suelo, descalzos, aunque no sea elegante, y el corazón bien alimentado.
Salud.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Tu perteneces a la jet set gaditana ( y alrededores) y si no, pregunta a Pepe que me dará la razón. La elegancia no significa(ojo, sólo desde mi humilde opinión) ir vestido de carísimos diseñadores, ya que la elegancia la tienen estos, sí, los diseñadores y no los portadores. Creo y casi podría apostar una mano, por ejemplo, que tiene más que ver con la forma de comportarse una persona, pero claro, a esos que siempre están en las altas esferas de toda lista, que tenga que ver con la elegancia, no los vemos en fiestas privadas... sino en fotos, y como mucho en vídeos de 5 minutos (así no se puede decidir quien es el más elegante ¿no?).
Dicho esto, el hambre está pa saciarla y no pa aumentarla!!!
(Por un momento, te imaginé con sombrero y látigo, a lo Indiana)

Rosario Troncoso dijo...

Fran, me impresionas siempre. Cada vez escribes mejor, en serio.
Me siento muy orgullosa de ti, y muy contenta de haber sido tu profe.
Eres especial, genial y muy grande. Y por supuesto, tú sí que eres de la élite más exquisita, la de las buenas personas, los buenos amigos y los grandes escritores.
El tiempo me dará la razón.
Me encanta contar contigo entre mis amigos más especiales, y que así sea por siempre.
Un beso enorme y un gran abrazo.
Y sí, imagíname como Indiana Jones, es el mejor piropo que me han dicho en años.
:-D

Tyler Durden (hoy sí) dijo...

El ránking de la elegancia (todos los ránkings, en realidad) lo elaboran idiotas (idiotas bien pagados, eso sí) que no tienen la menor idea de qué están haciendo. Es una cuestión de propaganda: Ahora toca promocionar a fulanito, ahora a menganito, etc. Lo que deberíamos hacer es una campaña mundial (bueno, sólo en el hemisferio norte, en el otro no hace falta porque, por no tener, no tienen ni televisor) llamada UN AÑO SIN TELE. Me juego la elegancia a que todos cambiamos -mucho y para bien-. (Yo ya lo he probado).
Un abrazo lejano.

Unknown dijo...

No sé que decirte Durden, hay personas que tienen las conexiones neuronales tan enquistadas que no hay arreglo posible. Yo diría que si se les quita la caja tonta ( que cada vez creo con más fervor que la llaman así por el efecto que produce) se quedarían mirando al infinito con la babilla en plan cascada...

Tyler de nuevo dijo...

Seamos optimistas, Francisco. Después de un tiempo X con la mirada perdida en el vacío infinito, estoy seguro que muchos empezarían a hacer rodar los oxidados engranajes del pensamiento. Aunque sólo fuera para recordar aquellos dorados tiempos en que veían la tele. Una cosa lleva a la otra. De recordar a pensar sólo hay un paso. Y pensar ya es crear, luego vivir.
Un saludo.