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27 de marzo de 2014

Karma Heisenberg

Me gustan las series americanas. Ahora estoy inmersa en la segunda temporada de Breaking Bad. Toda una experiencia. Y es que ha llovido mucho desde Autopista hacia el cielo o Webster. Ahora las series dramáticas escarban en lo más íntimo de la condición humana, buscando removernos cosas por dentro. Esta remueve, y tanto que sí.
Walter White (Heisenberg es su pseudónimo), profesor de química y "cocinillas" protagonista de la cuestión, tras el diagnóstico de un  cáncer de pulmón prácticamente terminal, invierte el tiempo que le queda, en fabricar cristal, metanfetamina, una sofisticada droga de diseño con la ayuda de un joven y elemental compañero, Jesse Pinkman. No voy a "spoilear" el argumento por completo, ni desvelaré detalles (les recomiendo que los conozcan por sí mismos). Solo me quedaré con la esencia, que como siempre, me lleva a la reflexión.
Volverse malo, que es lo que viene a significar el título de la serie, vivir al límite, despojarse de escrúpulos, y, ante la ausencia de un futuro y las lógicas consecuencias de todos los actos, hacer lo que a uno le de la reverenda gana. Es tentador. Aunque claro, el lado salvaje es eso, salvaje, y donde no hay leyes ni mesura, hay siempre dolor y la realidad es bastante sórdida.
Pero démosle la vuelta. Hace unos años, un buen amigo, ya fallecido por desgracia, me comentaba que cuando le diagnosticaron su leucemia, se había vuelto un poquito más "sincero", para bien y para mal.  No tenía nada que perder. Amigos comunes comentábamos lo extraño (y muchas veces violento e incluso doloroso) que resultaba observar como siempre decía lo que pensaba, hacía lo que le apetecía, y si algo le agradaba, nos intentaba hacer tremendamente felices, pero si algo le disgustaba, nos lo hacía saber con lujo de detalles. Olvidó por completo la diplomacia. Decía que ser hipócrita era una pérdida de tiempo, y que prefería quitarse de enmedio a ciertas personas, y obviar ciertas cosas que le hacían perder su tiempo.
Su tiempo era más suyo que nunca. Y era respetable.
Recuerdo que también se dedicó a desagraviar a aquellos a los que quizás había ido dejando injustamente en el camino, como en una extraña misión para limpiar el karma (sí, como en aquella otra gran serie americana, la hilarante Me llamo Earl).
Nuestro amigo, a pesar de su enfermedad,  mostraba un aspecto relajado, sereno, en paz. Llegamos, en muchos momentos, a envidiar su nuevo "estilo" de vida, por muy descabellado que pareciera. Él tenía control sobre su vida, sabía con qué contaba exactamente. Lo que resultaba, de la terrible resta, era pura libertad.
Si a todos nos dieran, en un momento dado, la fecha concreta de nuestra muerte, sería una completa hecatombe, estoy segura. Es mejor, y más equilibrado (¿en serio?) alimentar la ilusión de inmortalidad, y creer en el futuro, y así seguir midiendo nuestros actos por temor a las consecuencias, continuar temiéndole al qué dirán, al posible descrédito, y por supuesto, a la Ley.
Pero de momento solo tienen ese "privilegio" algunos que no lo saben, lógicamente, cegados por el miedo y la rabia.
Supongo que ante una situación límite todos nos volveríamos un poco malos, seguro. O quizás retornaríamos, a ratos, a lo salvaje, por encima de convenciones sociales, prejuicios, orden y demás factores aburridos que contribuyen a quemar nuestro tiempo, rápidamente, como una cerilla, sin que saboreemos siquiera qué quiere decir eso de vivir, sin tener que hacerlo en función de aquello que esperan los demás.
Una confesión: si mi tiempo se agotara en dos meses, daria aprobados generales, por supuesto, haría rabona (sí, a mi edad) para dormir toda la mañana, iría a un par de sitios a hacer efusivos cortes de mangas y devolvería alguna llamada a alguien a quien quizá se la debo desde hace años... pero por supuesto, no desaprovecharía ni un solo beso, ni una sola oportunidad de reir a carcajada limpia, y recuperaría el sentido común que permití que se escapara cuando dejé de creer y olvidé disfrutar de verdad de todo lo pequeño, de todo lo que realmente merece la pena.

(Artículo publicado en Cádiz Noticias el 4 de octubre de 2013)







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