Leo a Felipe Benítez Reyes. Leo "Las Identidades". Y disfruto.
Pero me inquieta. Me roba el sosiego. Pero disfruto.
Los versos se clavan bajo los párpados, a ras de sueño, y se pegan a la conciencia.
La poesía aterradora y perfecta.
Reposo sobre el poema APRENDIZAJE DEL ESPEJO y juego con su último verso. Y disfruto, desde el tiempo, aunque tenga el tiempo contra mí.
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Algo se mueve. El Papa se cansa y se va. La Tierra se calienta. Las especies se extinguen. Mis vecinos se divorcian. Nos roban. En la calle hay eres y aquelarres. Dios dimite. Está viejo y cansado.
Algo se mueve. Los ángeles se caen. O se arrojan desde las bóvedas celestes por miedo al desahucio.
Algo se mueve. Algo se mueve. Menos nosotros.
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A veces se recuerdan cosas muy sencillas con un cariño especial.
Yo recuerdo los mochis que una buena amiga elaboró para nosotros en su casa, como postre a una maravillosa cena japonesa.
La memoria es aleatoria y caprichosa.
Bendito azar que nos trae a los labios momentos únicos.
Será que estoy, últimamente, ávida de delicadeza, y justo, en ese momento en que se echa de menos una buena conversación, una cena entre amigos y exquisitos pastelitos de arroz.
2 comentarios:
Se palpa la melancolía en tus palabras mirando al presente que en estos momentos se pronuncia ante nuestros ojos y que es...
y tienes razón, algo se mueve menos nosotros... y los movimientos que se perciben son extraños, agoreros...
y cuando la melancolía nos ronda también nos rondan los recuerdos... de los que, a veces, vive nuestro ánimo...
Bueno, que el espíritu (amistad y compañía) de los mochis te acompañe...
Charo, te he escrito algún correo y no he tenido respuesta. Tal vez hayas cambiado de cuenta. Como ya no estoy en Facebook, no estoy al tanto de tus aventuras literarias. Nos llamamos. Un beso.
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