Fue su primer regalo: un ancla pequeña de metal que adornaba una pulsera de cuerda turquesa con algunas cuentas del mismo color. La amaba con la fascinación que dicen que provoca el brillo de los diamantes. La llevé un tiempo, siempre, en mi muñeca. Igual que ella. Y la otra ella, como yo.
***
Cuidado con la noche más oscura: dura tanto como cinco vueltas al sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario