Ahora cuando estás tan cerca, es la ausencia más real.
Un abismo de agua. El vértigo de saberte perdido. Y que mañana ya no será otro día, después de los besos.
Besos que aún me duelen en los labios, inmóviles. Rendida al vacío y a la tristeza, mi boca. Quizás la tuya también.
Y me duele esa pareja de esta misma tarde, en la playa, tumbados el uno junto al otro, con la joven agitación y toda la esperanza. La herida profunda de observarlos, al otro lado de unas gafas oscuras, envueltos en el mismo olor, y el aire mismo, que antes refrescaba el ardor nuestro, y la urgente ansiedad por devorarnos.
Ahora, estás más cerca que nunca, y quizás recorres las mismas calles, los mismos lugares. Compartimos el mismo aire que ya no huele a nada.
Y el silencio. Y tu rastro en mi vientre que estuvo siempre.
Pero ya no está.
Pasarán los dolores de entuerto, y mis huellas recuperarán su forma. Volverá el deseo a su lugar.
Dormiré otros veinte años.
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Para M y L. Viviendo su historia de cerca
Melocotones amarillos, cuya piel va separando con cuidado, en suaves tiras, para regalarnos a ella y a mí, flores de melocotón.
Debería amarlo como es debido. Y superar el frío, a pesar de que arde, ahí fuera, el asfalto. Caminar por encima de la culpa, y de los años. Recordar que somos mucho más que las facturas, la hipoteca, y sostener sus manos, asirme a su cintura, aferrarme con toda la fuerza al futuro, y a los días que al principio, tenían tanto sentido.
Nos regala flores de melocotón. Melocotones amarillos, suaves como la rutina al lado de quien sabe conservar la calma.
Debería vivirlo, como es debido.
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Leo, para reseñar, una antología de poesía joven.
Maravillan tantas voces frescas, nuevas. Solo me inquieta no saber para qué escriben, realmente. Para sí mismos, imagino. Como todos. O para que los lean aquellos que, con total seguridad, no van a valorar su labor poética, porque están ocupados en escribir para sí mismos, también, y en competir, con un verso mejor, un poema mejor, un libro mejor, mejores resultados en Instagram, más seguidores en Facebook.
Álvaro Valverde afirma que la poesía siempre ha tenido mala salud. Que hay quienes ni siquiera la consideran un género literario. Pero está ahí.
Nadie lee poesía. Nadie compra poesía. Pero está viva, enferma de egolatría, pero viva.
Sigo con la lectura. Tomo notas. Lo mejor, es que siento que se recarga mi energía. No sé si recupero progresivamente la ilusión, o es solo el espejismo, o la perspectiva, de reseñar algo, por encargo, y que me lean, más allá de los que nunca valorarían nada de lo que escribo, a no ser que escriba sobre ellos.